Un maravilloso día entre caballos

Ayer fue un día digno de recordar, hacía mucho tiempo que no montaba, y lo peor, que no había visto un caballo... ¡¡¡y al fin me reencontré con mis queridos compañeros!!!

Cuando llegué me recorrí todas las cuadras con una amplia sonrisa, cogí una cabezada y saqué a Tena, una de las yeguas más veteranas pero la más buena de todas. Grande, blanca, bondadosa, es toda una "mamá", cuida de los niños y de sus jinetes, no se asusta, puedes tener una total confianza con ella.

La saqué, la preparé y monté, fue gracioso porque yo estaba bastante cansada y no puede evitar cuando ya estaba montando abrazarme a su cuello y dejar que ella me llevara, estaba confiada y feliz, eramos una, y no nos importaba nada más.

En el galope, tuve una total libertad. Los cascos resonaban en el suelo, levantando polvo, mi melena y sus crines al son del viento. Esa genial sensación de galopar desbocada por un largo camino, sin mirar hacia detrás, prácticamente abrazada al cuello de una alma libre, viendo el mundo a través de las orejas de un caballo, una dosis extra de adrenalina, un buen recuerdo para un largo tiempo...

También hubo tiempo para un "pique" con Intrépido, el caballo con el que me enseñé y me estoy enseñando, charlas con Tizona, sonrisas con Jabato, Tango y Estrella.

Resumiendo, lo más bonito del mundo del caballo desde mi punto de vista es: poder ir a una pequeña cuadra perdida en un pueblecito, en la que los caballos son felices, están perfectamente domados, tienen una historia que contar y el profesor es una maravillosa persona que sabe lo que puede exigir y de que manera enseñar cada uno de sus caballos y alumnos.

¡¡Para mi eso es montar a caballo!!